Ese día por la mañana, no quería que fuera a su casa, decía que tenía cosas que hacer, lo notaba nervioso. Algo me escondía.
Así que decido ir después de comer, de sorpresa. Tenía las llaves de su casa, por lo que pude entrar. No había nadie. Preparé unos crêps con chocolate y fresas para jugar un poco... Y me senté en su cama. Eran las 5 y media y aún no había llegado...
De pronto, escucho la puerta y unas risas... estaba con otra chica.
No supe reaccionar y me escondí en el armario.
Los vi, vi como se besaban y se tocaban.
Eso me gustó, me gustó verlo con otra chica que no fuera yo.
Algo faltaba en nuestra relación.
Me golpee con una percha y se escuchó en todo el cuarto. Me habían pillado.
Mi marido abrió el armario. Se quedó sin palabras.
Me abalancé sobre él y le besé. Le quité la poca ropa que llevaba.
Me presento a la chica y le planté un buen morreo. Era alta, rubia, tenia los ojos azules y unas tetazas para fijarse en ellas.
Seguimos besándonos, ella y yo. Mi marido estaba cachondísimo, jamás lo había visto así. Se tocaba y se masturbaba mordiéndose el labio. Puse mi triangulito encima
de su boquita, deseaba estrangularlo entre mis piernas.
Él tocaba mi culo, yo los pechos de la chica, ella los míos, mientras se metía el pene lentamente en su vagina.
Estuvimos un rato en esa postura, después cogí las fresas y se las puse a él,
una en la boca, otra en el pecho, en el ombligo, y la última
se la restriego por toda la polla y me la meto en la boca, mmmmm deliciosa.
Mientras la compañera se comía las demás fresas, me pongo toda su verga en la boca. Estaba tan excitado que se vino enseguida.
Nosotras seguíamos como perras en celo, no nos podía dejar así.
Él le comía el coño a ella, a la vez que me masturbaba. Y al revés.
Fue de locura. Volvería a repetir. Así que decidimos llevar una relación abierta en todos los sentidos.